Quizá mi novela más ambiciosa a esta fecha. Escrita con un ritmo vertiginoso al decir de uno de críticos, refleja los polvos de la transición de los que vinieron los barros actuales. Dejar intactas las estructuras de la Brigada político-social, la temida policía política del régimen y la estructura judicial franquista, con las manos tintadas en sangre de cuarenta años de represión, ha tocado de muerte una transición que quiso ser democrática pero que no lo fue, no lo es, ni mucho menos, ahora. La persecución sin descanso de uno de los torturados a los cinco policías de esa tristemente famosa BPS, al grupo que, con chanzas y maldad, lo maltrató en los últimos años del franquismo, constituye la trama. Como telón de fondo, los últimos cuarenta años de España con los acontecimientos más importantes vistos desde otra óptica que la de una prensa domesticada y, todo ello, con la pátina policíaca de una novela negra. Estas sustancias sirven de ingredientes para una novela que, al menos así lo creo, se la puede considerar de importante para entender ese período trascendental nuestro.