Esta pieza de teatro quiere colocar otra piedra en el zapato de aquellos que se imponen con la autoridad de la fuerza y no de la razón. Un alegato contra aquellos que están cometiendo un genocidio ordenando disparar, pero, también, señalando a quienes los amparan con el voto del miedo.
Esta pieza de teatro se incluirá en un próximo libro exclusivamente de piezas teatrales, obras estrenadas y otras que no lo han hecho, todavía.
El estreno, 11 de febrero de 2025, dentro del programa de actos de la Asamblea Ciudadana por la Paz y contra las guerras, ha podido ser en un local emblemático: el gran salón de actos del Centro Pignatelli en Zaragoza. Afortunadamente, la asistencia, prácticamente lleno el salón, ha respondido al magnífico trabajo interpretativo de actores profesionales como Luis Trébol, María José Moreno, Loretta García, Fernando Gracia y José Tomás o de noveles con una intensa carga dramática como Tania o Raed en los papeles de chico/a palestino o de José Enrique Lobera, Floren Falo, Rafi Teller y Pilar Orcal. Magnífico el trabajo de los técnicos Félix Moreno y José Antonio Traín.
En la portada del libro hay tres símbolos que es prudente explicar su cercanía.
La estrella de David representa a la totalidad del estado israelí, a judíos y gentiles, a los que viven en Israel y lo hacen como cualquier otra persona en otro país sin ser xenófobos ni racistas y quieren vivir en paz entre ellos y con sus vecinos.
El horror y la condena de una acción terrorista de un grupo no puede explicar, disfrazar, justificar o excusar uno mil veces peor: el de un terrorismo de estado, de un estado sionista que se constituye en terrorista universal.
Al gobierno sionista de Israel, simbolizado en Benjamín Netanyahu, acusado de crímenes de guerra, de lesa humanidad, y a quienes le jalean, el símbolo nazi encaja, a mi juicio, perfectamente.
Los nazis alemanes tenían como objetivo “La gran Alemania”. Evidentemente, a costa de otros, entronizando a la raza aria como símbolo lamentable de una super etnia. El sionismo se identifica con la premisa “del gran Israel”, a costa del resto de pueblos de su alrededor y, a su vez, plantea que el judío es el elegido por Dios.
Es a ese gobierno, a quienes les apoyan conscientemente, a los que va dedicado el símbolo de la esvástica. Solo a ellos.
El tercer símbolo, la mujer palestina señalando al resto del planeta, es la imagen trágica de un pueblo que está siendo exterminado, masacrado, mientras la comunidad internacional no hace nada por evitarlo. Cinismo a tope en quienes lloran con lágrimas de cocodrilo por los y las niñas destripadas, pero siguen vendiendo armas, petróleo y misiles para que el gobierno sionista-nazi siga exterminando. Hipocresía en quienes siguen dando palmadas a la espalda de Netanyahu, abiertas sus embajadas, negocian con sus empresas, les prestan dinero y siguen, por detrás, sonriendo a tales monstruos.
Acompaño a esta somera explicación unas pocas fotos del estreno. El día que la pieza “Mi nombre es Adolf” esté en su sitio, es decir, en el interior de un libro exclusivo de teatro, que espero no tarde demasiado, lo sabréis por esta misma página web.
Carlos Tundidor










